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sábado, 23 de enero de 2010
SABER SOBRE EL ALMA
Acariciémonos sin dañarnos, apenas sin rozarnos, levemente, tocándonos en el límite de nuestras cálidas áureas irisadas, quizás, ya, almas ausentes de todo roce mortal.
Presentemos nuestras almas a nuestros cuerpos ya alejados de todo peso mundano en la partida.
-Ellas, no se conocen, porque no se rozaron-
Que hablen de nuestros cuerpos enamorados de unos ojos, de unos labios, quizás de un gesto o de una sonrisa.
Amémonos con la pulpa de nuestros seres
-delicadamente diferentes-,
súbeme a la atalaya del éxtasis perfecto de
analgésica presencia, ; pero
no dejes de ser el ángel insustituible
que colma mi paz terrena.
¿Qué debemos saber sobre nuestras alma enamoradas?
¿Qué sabemos sobre nuestras almas, amor?
¿Qué saben nuestras esencias inmortales del diario vivir?
¿Qué sabemos del amor, amor?
Lejanos es el tiempo, nuestros cuerpos
nunca gemelos… no se conocieron…
nunca estuvieron unidos en el ser y no ser.
Quizás la desconfianza fue nuestra gran separación, esa imposible y absoluta entrega de unir corazones amantes,
este sentimiento, y no otro, fue nuestra perdición.
Construyamos el arca perfecta donde guardado nuestro amor, que sea claridad inamisible en los diluvios de discordias ajenas.
Que tú seas mi luz reflejada,
que tu confianza sea lazarillo de mis ojos,
que tú seas yo, sin espejos ni mentiras.
Tras la ruptura de los cuerpos, nuestras hálitos inmortales
se separaron y se marcharon al mundo de los espejos,
donde quizás tengamos suerte, y un imán celestial nos una para lo Eterno Infinito… (en el siempre de los siempres)…
Sería bueno, aquí y ahora, amor,
saber más sobre nuestras alma, sobre nuestros espíritus nunca unidos, siempre distantes, desconfiados, levemente tocados por el pecado de un engaño nunca confesado.
¡Acariciémonos ya!, sin dañar nuestras esencias inmortales,
levemente, amantes, sin importarnos quienes somos ni que hacemos aquí…
Ramón Fernández Palmeral, junio 2008