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lunes, 31 de agosto de 2020

Comentario a la novela «El camino. Un cuento peregrino» de Julio Calvet Botella, por Ramón Palmeral








Cultura

Comentario a la novela «El camino. Un cuento peregrino» de Julio Calvet Botella


Título, edición y publicación
Título: El camino. Un cuento peregrino. Editorial ECU (Editorial Club Universitario) en la colección Narrativa, de San Vicente del Raspeig de Alicante, contiene 252 páginas, con ISBN 978-84-17924-37-9 del año 2020, año del famoso confinamiento por coronavirus covid-19. La portada es una foto del Gran Beaterio de Lovaina en Flandes realizada por Carmen Miró García, esposa del autor..

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Comentario en LETRALIA del libro "El Camino. Un cuento peregrino", de Julio Calvet Botella, por Ramón Fernández Palmeral




https://letralia.com/lecturas/2020/08/30/el-camino-un-cuento-peregrino-de-julio-calvet-botella/

El camino. Un cuento peregrino, de Julio Calvet Botella

• Domingo 30 de agosto de 2020







“El camino. Un cuento peregrino”, de Julio Calvet Botella
El camino. Un cuento peregrino, de Julio Calvet Botella (Editorial Club Universitario, 2020). Disponible en la web de la editorial

El camino. Un cuento peregrino
Julio Calvet Botella
Novela
Editorial Club Universitario
San Vicente del Raspeig, Alicante (España), 2020
ISBN: 978-84-17924-37-9
252 páginas

Título, edición y publicación

Título: El camino. Un cuento peregrino. Editorial ECU (Editorial Club Universitario), en la colección Narrativa, de San Vicente del Raspeig de Alicante; contiene 252 páginas, con ISBN 978-84-17924-37-9 del año 2020, año del famoso confinamiento por coronavirus covid-19. La portada es una foto del Gran Beaterio de Lovaina en Flandes realizada por Carmen Miró García, esposa del autor...

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Julio Calvet Botella, currículum en LETRALIA


La novela de ambiente histórico y picaresca

El amigo Julio Calvet me hizo llegar un ejemplar de su novela con una cariñosa dedicatoria; gracias, Julio. Tengo, más que una obligación, una devoción por su pluma de amplio espectro colorista y con matices diversos e insondables que siempre me sorprende; como decimos en Infantería: “El mapa coincide con el terreno”; en ella aborda muy diversos temas, desde aquella famosa semblanza que escribiera sobre Ramón Sijé, o sobre don Trinitario Ruiz y Capdepón, entre otros personajes; ensayos, poesía, cuentos y novelas. Porque lo importante de una novela es el camino que se recorre mientras se escribe, mientras te documentas y les das vida a los personajes como si fueras un ser omnipotente creador, ¡que Dios nos perdone por imitarle! Es el disfrute de crear como en pintura que pones los colores a tu capricho, es como hacer el Camino de Santiago de albergue en albergue, el que nos empuja hacia la Puerta de la Gloria para darle el cabezo al Santo. Porque es un disfrute comparable a hacer el amor, y que me perdone el veneciano Giacomo Casanova o Moll de Flanders. Luego vienen otras labores propias de las editoriales, en este caso ECU, que ha hecho una gran labor de correcciones del texto, la edición y publicación, y por último la distribución en librerías y en ese gran ogro todopoderoso que es Internet. Libro al cuidado de José Antonio López Vizcaíno, gerente de ECU.

sábado, 29 de agosto de 2020

"Sur" de malagueño Antonio Soler. Premio Nacional de la Crítica 2019. Terral, Málaga. Ulises de Soler

«Sur», de Antonio Soler —Galaxia Gutenberg—









Leer a Antonio Soler es zambullirse en un terreno donde la luz pasa a través del lodo, donde la ficción es cruda y real como la vida pero como si la observásemos rodeada de una membrana de melancolía, que embellece lo que es a simple vista inocuo o incluso desagradable. El trabajo que miles de hormigas hacen para sobreponerse a la extinción: juntar trocitos de materia más o menos muerta y hacerla fermentar en el hueco profundo del hormiguero –hasta producir un hongo gigante que alcance para que todas puedan alimentarse y la vida, ahí, equilibradamente, siga a su ritmo–, eso es lo que consigue Antonio con cada novela. Con una técnica exquisita y su gran sensibilidad, junta lo inerte con lo dulce y fabrica artilugios inolvidables, de los que ayudan a sobrevivir. Y para ello se aprovecha de lo más sencillo, la pulsión del deseo, eso que a todos nos gobierna vorazmente alguna vez en la vida. «Sur» de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg) es una novela compleja, retorcida y emocionante. La maravilla está aquí, sólo debemos abrir mejor los ojos.

Perdidos y no tan solos


Un hombre –que después sabremos que se llama Dionisio, Dioni– aparece en un descampado, inconsciente, un hombre rico que parece pobre, porque la muerte nos despoja de todo. En esa circunstancia, Dioni es un hombre sin pasado. Hasta que es reconocido. Este es el punto de partida de la novela: una catarata de hormigas masticando el cuerpo de un hombre que aún no ha muerto. De ese hilo tira Soler, para meterse hasta el fondo del hormiguero y ofrecernos una novela coral llena de personajes que se cruzan, que se aman, que se odian, que se ignoran, que se mienten. Si en una novela coral uno de sus componentes principales es el cruce de voces, en «Sur» encontramos el eco de la ciudad que rabiosamente quiere vivir, donde miles de voces (y muchos gritos) se entremezclan y se abren camino a través de callejones y callecitas.
«Sur» es una novela sobre el fracaso, y sobre cómo la vida puede retorcerse y retorcernos. Todo ocurre en una habitación gigante, con forma de ciudad de Málaga, en la que cohabitan muchas criaturas algunas más rotas que otras. Es un relato extendido que transcurre a lo largo de un sólo día y sobre la piel de un racimo de criaturas que se preguntan por ese punto en que las cosas se rompieron. Tenemos así personajes tiernos, rebeldes, perdidos, violentos, alcohólicos, fanáticos, enfermos, viejos, bipolares.
Pienso en la Penca, en su vida jodida desde la orfandad que busca contención en los cuerpos equivocados. En el Chinarro, que es uno de los que más me ha enternecido, con esa búsqueda del sitio al que van a parar las cosas, los objetos, quiere decir. ¿Y el Atleta? Lleva un diario para levantarse por sobre los otros hombres que lo miran con desprecio, mientras escucha a su abuela, que cuenta una historia de vampiros y no cree en el fracaso. Viene a mí la imagen de Céspedes, hacia quien es difícil no sentir emociones ambivalentes (o igual esto sólo sea cosa mía), con su humanidad tan a flor de piel y el corazón partido, con su cobardía y todo ese deseo. Y pienso en Carole y Julia, que parecen las dos mujeres equilibradas del conjunto, pero que también cargan lo suyo. Y después (o antes), Dioni, el hombre comido por las hormigas, dividido en dos por sus pasiones, un tipo que a fuerza de querer integrarse en la sociedad termina autodestruyéndose.
Hay aquí, en definitiva, un ramillete de personajes atribulados y perdidos. Todos, algunos de forma más intensa que otros, parecen estar haciéndose la eterna pregunta filosófica, ¿qué mierda estamos haciendo sobre este cementerio?
Decía ayer que lo que más me interesa en una novela coral es la fusión de las voces; creo que estamos ante una novela que lo consigue de forma magistral. Soler se aprovecha para eso de uso recurso extraordinario: la superposición de diversos registros que se encadenan y fluyen, contradictorios, como la vida y sus instantes. Establece así un ritmo constante que te permite seguir la historia como si se tratase de una narración oral o una película, en la que las imágenes se van sucediendo, en la que los gestos son reemplazados por el monólogo interior y las voces luchan por imponerse.
Y no sólo hay un trabajo detallista en el entramado de la historia y la aparición y presencia de todas las criaturas, sino que además, contamos al final con un glosario de personajes que nos permite comprender todavía mejor el trasfondo y el comportamiento de cada uno.
Destaco el gran realismo de los personajes masculinos, de su machismo y su miedo detrás de la violencia. Tiemblo con la gran capacidad para narrar la vulnerabilidad de las mujeres en este mundo de hombres.
Y digo que es una novela sobre el fracaso porque «Sur» cuenta la historia de personajes que caen sin poder hacer nada por evitarlo, llevados por la correntada, ese fuerte aluvión que es vivir como nos pautan, esa fuerte energía que nos impulsa y propulsa y que nos deja solos en un descampado sin saber bien por qué ni cómo hemos llegado hasta ahí. Sobre eso va «Sur», sobre la fuerza irracional del deseo y su fuerza contraria, las buenas formas, las responsabilidades, la estructura que nos inculcan y nos meten con calzador, y a veces no nos calza, y terminamos perdidos, dando vueltas con una guitarra colgada del hombro por una ciudad en la que no terminamos de reconocernos o acercándonos a personas que nos empujan hacia abajo. Y en medio de todo ese torbellino, el terral que cae con toda su fuerza.

Deseo y erotismo contra la tristeza


«Sur» es técnicamente perfecta. La forma en la que Soler consigue amalgamar las historias, enlazar objetos, reducir distancias me ha resultado fascinante. Pero es que además, creo que es también una novela compleja en cuanto al trabajo que tiene en torno al deseo: esa puntada frente a la que a veces dudamos y a veces, no.
A lo largo de la lectura encontramos numerosas escenas donde el deseo da paso al erotismo y a veces, al sexo más difícil de narrar. Sin moverse de la línea, Soler consigue una buena novela erótica que se salta todos los carteles de prohibido y confunde géneros y circunvalaciones.
Decía que es una novela sobre el fracaso, y sí, pero con luz. Una novela contra la tristeza de la pérdida, debería haber dicho. Valiéndose de una trama compleja y de personajes retorcidos nos empuja a creer en la fuerza del deseo; nos invita a mirarnos en retrospectiva y ser conscientes de las muchas voces que nos hemos perdido por estar encuadrados en una foto, por no ser capaces de pensarnos a través de la piel, siempre tan modocitos intentando cumplir con unas exigencias que al final ni siquiera pueden alcanzarse.
«Sur» es como un tango, triste, melancólica pero luminosa en cuanto que se sabe dueña de una verdad: esto es todo lo que hay, todo lo que tenemos, y de nosotros depende que no nos coman las hormigas. Sur, ese tango en el que todo es pasado y pérdida se convierte en ese sentido en una mirada hacia las mil posibilidades que podríamos tener con sólo movernos del papel e inventarnos, recrearnos en nuevas experiencias.

La fuerza de la fluidez narradora


Un montonazo de cosas, de objetos, de perfumes, de historias se cuelan en esta amplia novela de Soler. Y para unificarlas el autor se aferra al calor, a las sensaciones que trae el verano y a su superficialidad; el verano que nos descubre (quizá tenga algo que ver en ello el llevar poca ropa, el dejar al descubierto hombros, piernas, nucas). Sobre esa superficie al desnudo se apoya el escritor malagueño y nos brinda una novela colorida y realista. Mientras la leía han venido a mí sensaciones semejantes a las que me produjo en su momento «Luz de agosto» de Faulkner, en ese empeño por rescatar las sensaciones por sobre las imposiciones sociales: la mirada puesta en lo que tocamos y no tanto en lo que pensamos que piensan los otros.
Muros. Paredes. Jeringuillas. Humo… se abren camino a través de ese inmenso hormiguero que es la ciudad de Málaga, tan bien descrita, tan arquitectónica y googleable. Como un juego de naves de los años noventa, Soler se va metiendo por las calles, rodea los edificios, atraviesa las plazas, se adentra en casillas, en habitaciones oscuras, en mentes cubiertas de lodo. Y construye una inmensa y detallada pintura sobre la ciudad. Pero nos permite visitarla de otra manera: verla como una ciudad cualquiera, como la Nueva York de Dos Passos, pero con esa autenticidad que a ella le debemos. La escritura de Soler fluye por las calles de una Málaga más pintoresca que la que pisamos; una ciudad que sólo habita Soler, él y sus novelas, como la Macondo de ese tal García Márquez.

Una novela y otras novelas


Hay también en «Sur» un homenaje a la literatura. No es ésta una novela española; hace pie en las estructuras a las que se abrazaron los narradores de la generación perdida norteamericana y también en esa mirada melancólica de la literatura latinoamericana. Por supuesto, no faltan los compañeros de la Orden del Finnegan`s, ni el mismísimo Joyce, tampoco algunos de los amigos contemporáneos de Antonio, algunos nombrados y otros, invisibles. Pero no habrán leído una novela española semejante.
Soler nos demuestra aquí que en lo sórdido de la vida hay un terreno fértil para la narrativa. Y a través de esta compleja obra rinde homenaje a los que estuvieron antes, y aunque me sube un poco la bilis al notar que la mayoría de ellos son hombres, rescato la luz de tantos libros fabulosos que se traspasa a través de la narrativa precisa de Soler.
Pero vuelvo a Dioni. Todos llevamos vidas difíciles y a todos nos pesa algo (el pasado, las presiones, las expectativas que hay sobre nuestros hombros, alguna mala decisión). Y sin embargo, la vida es breve y no merece la pena desperdiciarla. Esto parece querer decirnos «Sur», que es sin duda una novela a favor de la libertad y de la búsqueda del bienestar cueste lo que cueste y le pese a quien le pese.
«Sur» de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg) es una novela coral auténtica y exquisita que nadie debería dejar de leer. Tenemos más oportunidades de las que aprovechamos, que no nos coman las hormigas.



SUR
Antonio Soler
Galaxia Gutenberg
978-84-17355-78-4
512 páginas
22,50 €

"De la creacion poetica". Aprender a componer poemas libro impreso y ebook. RECOMENDADO






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“De la creación poética”,  más que un ensayo teórico sobre poesía es un libro de creación poética para aprender y entender la composición y construcción de poesía actual o contemporánea. Hace un repaso a los antecedentes históricos de la poesía en española, con objeto de conocer los tiempos y autores en que se crearon.
Una vez entrado en materia, en la segundo capítulos  un taller que es un curso práctico de creación poetica, muy útil para los poetas que empiezan y para los que se han iniciado en ella. Te enseñará a entender la poesía académica y la poesía libre, los términos estilísticos y las figuras y licencia práctica. Ramón Fernández Palmeral ha sido jurado varios certámenes de poesía, ha ganado varios premios de poesía, ha escrito varios libros de poemas, dirige el portal de POESÍA PALMERIANA, blog donde imparte sus conocimientos de cuarenta años de poesía. Tiene su biografía en Wikipedia. Dedica un apartado a la técnica de ser un buen rapsoda, puesto que ha participado en más de doscientos recitales en Alicante y su provincia. Tiene grabado vídeos de sus actuaciones. Este libro que puede ayudar a ganar premios de poesía.
Fragmento del libero pagina 78-79:


       c) ¿Cómo llegar a ser un buen rapsoda?

     El autor de este libro, un servidos, ha participado en más de doscientos recitales, por ello creo que puedo hablar de mis experiencias en los estrados y escenarios. Recitar y rezar son palabras sinónimas, cuestión que hemos de tener presente.

    EL RAPSODA es el poeta que recita de memoria en público. El rapsoda en un actor en el escenario, y la técnica de aprendizaje de los poemas es las mismas que para un actor dramático: La de memorizar los textos. Es similar a un cantautor o cantaor de flamenco. Cuando consigues recitar en público sin miedos consigues alcanzar las nubes de la libertad individual, y un halo espiritual te rodea, y si ese día te llega el duende no hay quien te pueda, decía la cantaora flamenca Tía Anica «La Pirañica» que cuando la boca le sabía a sangre nadie podía con ella. Escribe Federico García Lorca en su conferencia «Teoría y juego del duende»:
    «Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, pero llenos de borrasca, de un Cristo de Juan de Juni».

    Entre RECITAR Y DECLAMAR, existen diferencias. Recitar es decir en alta voz y de memoria versos. Declamar es recitar con la entonación precisa, ritmos e interpretación adecuada los versos, interpretando y poniendo, sobre todo, pasión en lo que recitas. Un poema no existe mientras no se recita o declama. Antiguamente, los poemas se componían para ser cantados. Hoy día los poemas se pueden escribir para ser leído o no leídos. No se trata de dramatizar el poema –se nota mucho– sino de sentir el poema.

    Ejercicios de memoriza:
    Hemos de partir de que nuestro cerebro es un músculo que se desarrolla con el ejercicio.
    Un truco que uso para memorizar un poema nuevo es el de copiarlo a mano, luego intentar recordarlo tapando renglones y esforzándome por recordar lo que he tapado. Una vez medio aprendido lo vuelvo a escribir de memoria. Posteriormente, cada día los memorizo ante de acostar, es la repetición la que facilita la retención del poema. Sucede como con el Padre Nuestro, nos lo sabemos de memoria por su repetición, por eso dije al principio que recitar y rezar son palabras sinónimas. Luego se ha de recordar cada 7 días, y luego cada mes. Yo tengo un bloc color rojo con todos los poemas que me sé memoria: son unos treinta, y de vez en cuando los repaso, para no olvidarlos. Por memorizar no se nos van a romper las neuronas, sino que es un ejercicio útil contra el Alzheimer, y te puede hacer más inteligente, pero este no es mi caso.
    Si es posible, debemos recitar a toda voz en el campo o en una playa solitaria, para probarnos y oírnos. Y la forma de articular las palabras.
 
Autor: "De la creación poética": poeta Ramón Fernández Palmeral. Amazon
Tengo en preparación el libro "De la composición poética"

viernes, 28 de agosto de 2020

Breve biografia del andaluz Antonio Muñoz Molina, uno de de mis autores preferidos

Antonio Muñoz Molina

Úbeda, Jaen, 10 de enero de 1956
Nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Ha reunido sus artículos en volúmenes como El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2003) o La vida por delante (2002). Su obra narrativa comprende Beatus Ille (Seix Barral, 1986, 1999 y 2016), El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987, 1999 y 2014), Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999), El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002 y 2016), Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999), El dueño del secreto (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997; Seix Barral, 2013), Carlota Fainberg (2000), En ausencia de Blanca (2001), Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004), El viento de la Luna (Seix Barral, 2006), Sefarad (2001; Seix Barral, 2009), La noche de los tiempos (Seix Barral, 2009), Como la sombra que se va (Seix Barral, 2014), Un andar solitario entre la gente (Seix Barral, 2018), el volumen de relatos Nada del otro mundo (Seix Barral, 2011) y el ensayo Todo lo que era sólido (Seix Barral, 2013). Ha recibido, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, el Premio de la Crítica, el Premio Planeta, el Premio Liber, el Premio Jean Monnet de Literatura Europea, el Prix Méditerranée Étranger, el Premio Jerusalén y el Premio Qué Leer, concedido por los lectores. Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y Lisboa y está casado con la escritora Elvira Lindo.


Antonio Muñoz Molina

Úbeda, Jaen, 10 de enero de 1956
Nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Ha reunido sus artículos en volúmenes como
-El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2003)
-La vida por delante (2002).
Su obra narrativa comprende 
-Beatus Ille (Seix Barral, 1986, 1999 y 2016),  
-El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987, 1999 y 2014),
- Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999),  
-El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002 y 2016),
-Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999),
- El dueño del secreto (1994),
-Ardor guerrero (1995),  
-Plenilunio (1997; Seix Barral, 2013),
-Carlota Fainberg (2000),
-En ausencia de Blanca (2001),
-Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004),
-El viento de la Luna (Seix Barral, 2006),
-Sefarad (2001; Seix Barral, 2009),
-La noche de los tiempos (Seix Barral, 2009),  
-Como la sombra que se va (Seix Barral, 2014),
-Un andar solitario entre la gente (Seix Barral, 2018),
el volumen de relatos  
-Nada del otro mundo (Seix Barral, 2011)
y el ensayo 
-Todo lo que era sólido (Seix Barral, 2013)

PREMIOS
 Ha recibido, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, el Premio de la Crítica, el Premio Planeta, el Premio Liber, el Premio Jean Monnet de Literatura Europea, el Prix Méditerranée Étranger, el Premio Jerusalén y el Premio Qué Leer, concedido por los lectores. Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española.
 Vive en Madrid y Lisboa y está casado con la escritora Elvira Lindo. La autora de Manolito Gadotas

Enlace en Planeta de los libros.
 https://www.planetadelibros.com/libro-tus-pasos-en-la-escalera/292180

jueves, 27 de agosto de 2020

Compañías editoriales en Estados Unidos

ompañías editoriales en Estados Unidos

Por alicia howe ; última actualización 21/07/2017
Según el directorio de editoriales estadounidenses PublishersGlobal.com, existen aproximadamente 3000 compañías editoras en Estados Unidos.
Jupiterimages/Polka Dot/Getty Images
Según el directorio de editoriales estadounidenses PublishersGlobal.com, existen aproximadamente 3000 compañías editoras en Estados Unidos. Estas compañías abarcan desde editoras prominentes conocidas por la mayoría de los lectores y escritores hasta editoriales pequeñas que ayudan a los nuevos autores a publicar sus libros. Muchas editoriales requieren que los autores trabajen con ellas por medio de agentes literarios. Las grandes compañías editoriales trabajan en conjunto con numerosas editoriales pequeñas y empresas que se dedican a determinadas áreas específicas. Por lo tanto, la opción más viable para un autor primero es elegir una editorial reconocida y luego investigar las editoriales pequeñas que trabajan en conjunto con la primera.

Random House, Inc.

Random House, Inc., es la editorial de publicaciones en idioma Inglés más grande en el mundo, según el sitio web oficial de Random House, Inc. Es una de los editoriales más acreditadas en Estados Unidos. Esta compañía publica libros en casi todas las áreas temáticas, desde ficción y misterio hasta memorias y textos educativos. Random House recomienda trabajar con un agente literario oficial para poder conocer las pautas de publicación de esta compañía.

HarperCollins

HarperCollins Publishers es otra de las principales editoriales de publicaciones en inglés del mundo, con sede en la ciudad de Nueva York. Fundada en 1817, esta compañía publicó las producciones de Mark Twain, Charles Dickens, Martin Luther King Jr., John F. Kennedy y otros autores con renombre. Numerosas empresas editoras trabajan para HarperCollins, de modo que los autores pueden encontrar una editorial que se centre específicamente en los temas a los que cada uno se dedica.

Penguin Group (USA) Inc.

Penguin Group (USA) Inc. es la filial estadounidense de esta compañía editorial de renombre internacional. Esta compañía, fundada en 1996, creció de manera significativa en un corto período y hoy en día es una de las mayores editoriales de libros en idioma inglés en el mundo. Publicó algunos de los ejemplares de los autores premiados más prestigiosos y con más ventas a nivel mundial, según la información del sitio web oficial de Penguin Group; también es líder en publicaciones infantiles. Numerosas compañías trabajan para Penguin Group Inc. como editoras para determinadas áreas de interés.

Macmillan

Macmillan se esfuerza para educar a los líderes del mañana con sus publicaciones de títulos universitarios y académicos, y revistas y publicaciones, según la información del sitio web oficial de Macmillan. Aunque en principio la compañía se fundó en Londres en 1952, las numerosas ediciones convirtieron a la compañía en una editorial líder en Estados Unidos. Además del enfoque académico, Macmillan también proporciona numerosas ediciones de bolsillo de libros de ficción y de referencia, literatura infantil, entre otros.

PublishAmerica

PublishAmerica es una compañía editorial pequeña que, según la información del sitio web oficial de PublishAmerica, publicó más títulos nuevos de autores inéditos que cualquier otra editorial en Estados Unidos. Como funciona con su propia planta de impresión, no genera costos de tercerización. Esta editorial es una opción ideal para un autor nuevo que no cuente con los medios económicos para contratar a un agente o para pagar a una empresa que publique su libro.

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miércoles, 26 de agosto de 2020

Juan Gómez-Jurado, rico escritor español de novelas negras

ersonajes a contracorriente

Gómez-Jurado, el periodista que halló el método para ser rico con novelas negras















EFE
El periodista y escritor madrileño Juan Gómez-Jurado
EFE
María Teresa regenta una librería en la calle mayor de Nájera, en La Rioja. Su escaparate es el termómetro de lo que se vende bien: libros de Joël Dicker, Javier Sierra, Megan Maxwell y, por supuesto, Juan Gómez-Jurado. "¿Se refiere a cómo se vende este?", dice señalando la portada de 'Reina Roja', uno de los últimos libros del periodista. "Súper, súper, súper bien", repite con emoción detrás de la visera de plástico.
Hoy, poco después de abrir la tienda, entró una chica para comprar 'Loba Negra' el libro más reciente de Gómez-Jurado, porque "no puede parar de leer". A María Teresa solo le quedan dos ejemplares. Hace una semana, tenía dos estanterías del escaparate dedicadas a los libros de Gómez-Jurado. "Voy a pedir más", asegura.
Eso quiere decir una cosa: Juan Gómez-Jurado ha dado con la fórmula; sabe qué hay que hacer para escribir novelas de más de 500 páginas y mantener pegado al lector. Sus libros se han convertido en lo que los norteamericanos llaman un "page turner" (pasar páginas sin parar, por decirlo de algún modo), y por tanto, "best seller". Se traducen a 40 idiomas y se puede decir que es uno de los autores españoles más vendidos en España y en el extranjero. En el género de novela negra y "thriller", probablemente sea el que más venda.
De 'Reina Roja' (publicado en 2018) ha vendido más de 250.000 ejemplares, afirma la editorial en las nuevas portadas (500.000, según la pagina web de Gómez-Jurado). Veamos: la primera cifra multiplicada por 20 euros dan 4 millones de euros. Hay que restar el IVA, del 4%. Puesto que el autor se queda con el 8% de la cifra (el resto va para la librería, la distribuidora, la editorial, la imprenta…), eso quiere decir que Gómez-Jurado se puede haber metido en el bolsillo unos 300.000 euros por un solo libro. Bueno, la mitad si contamos con Hacienda. A sus 42 años, este madrileño puede decir que tiene el futuro resuelto.
Y ahora está haciendo lo mismo con 'Loba Negra', que es la continuación de 'Reina Roja'. Son las aventuras del policía Jon Gutiérrez y de Antonia Scott. Ella es especial: no es policía sino que debido a que tiene un coeficiente superior a 200 puntos, posee superpoderes para recordar, calcular y deducir. La policía la emplea para resolver crímenes. Es como un ordenador con pies. La llaman la Reina Roja, como una personaje de Alicia en el País de las Maravillas.

"La mujer del Amadorio", por Harry, el expicoleto, novela negra. autor español de vende en Amazon:
         https://www.amazon.es/mujer-Amadorio-Ramon-Fernandez-Palmeral/dp/0244614172








Con estas dos novelas, lo que ha hecho Gómez-Jurado es explotar la fórmula que parece que atrapa a los lectores desde hace dos décadas: una mujer especial (como la punk Lisbeth Salander, creada por Stieg Larsson), unida a un inspector socarrón; ambos resuelven casos criminales muy feos. Además, en la novela moderna los lectores no desean un criminal: quieren a un psicópata.
En una entrevista a 'ABC' en 2019, Gómez-Jurado afirmó que los personajes de sus dos últimas novelas estaban en su cabeza desde hacía por lo menos diez años. Su técnica consiste en empezar por el final, "no puedes contar una historia sin saber a dónde conduce", y luego trazar el camino por donde estos personajes van a desenvolverse a lo largo de las novelas.
Editados por ediciones B (de Penguin Random House), ambas novelas tienen cientos de comentarios en Amazon. En concreto, 'Reina Roja' reúne 1.900 comentarios positivos, y casi 300 no tan positivos. La prensa, en general, ha reconocido su valor como autor que conecta con su público. Y la editorial ha dado en el clavo con unas campañas de marketing que van desde la cubiertas llamativas y con titulares grandes, a promocionar al autor en redes y medios de comunicación. Ya se prepara la tercera novela de la saga, 'Rey Blanco', que saldrá en noviembre de 2020. En septiembre se lanzará el comic de 'Reina Roja'.
Este súper ventas además está hecho a gusto del lector. Capítulos cortos, para dar la impresión de que se avanza rápido. Un "cliffhanger" (o giro sin resolver) al final de cada capítulo. Historias paralelas. Diálogos como balas de ametralladora. Acción, mucha acción. Como decía Raymond Chandler sobre la técnica del relato policíaco, hay que aplicar "acción constante", y el autor no debe "ni pararse a pensar". "En caso de duda, haz que entre por la puerta un hombre con una pistola en la mano", decía Chandler. Y, para los modernos "best seller", hay trucos de editor que no fallan como cuerpo de letra grande, interlineado amplio, gramaje de papel un poco más grueso de lo normal, todo lo cual da la impresión de libro 'tocho', que es lo que desea la gente. De hecho es casi tan grueso como la última novela de Joel Dicker ('El enigma de la habitación 622'), a pesar de que el libro de Gómez-Jurado tiene muchas menos palabras. Y por supuesto, un muerto en las primeras páginas, y que el asesino haya empleado una técnica bastante sórdida para matar.



Para escribir estos súper ventas, Gómez-Jurado lee muchas noticias en los periódicos, se documenta a fondo en archivos y con entrevistas, y se encierra en el monasterio de El Escorial, durante semanas, porque "casi no hay cobertura, estás concentrado, solo se oyen los jabalíes, 75 euros pensión completa...", dijo al 'ABC'.
Algunos críticos literarios piensan que Gómez-Jurado es un autor fácil de leer, pero también "fácil de olvidar". No les gusta su estilo ni sus personajes, y lo ven solo como un producto del marketing. Él responde que esas críticas proceden de "culturetas deprimidos", pues él solo quiere escribir historias divertidas, y sabe que no va a ganar el Nobel. Es la misma respuesta que dio Jeffrey Archer hace años, cuando un periodista español puso en duda sus cualidades literarias. Dijo: "Prefiero vender 100 millones de ejemplares a tener el Nobel".
Para ser honestos, Gómez-Jurado también criticó en sus tiempos a los autores de éxito, que empleaban un estilo sencillo. En concreto arremetió contra E.L. James, autora de '50 sombras de Grey'. "Los libros de Grey son una mierda sin paliativos. No son interesantes, ni eróticos, ni en absoluto divertidos, ni te hacen pensar, y su ideología es reaccionaria. El mundo sería un lugar mejor para todo el mundo si no existiesen", dijo al 'ABC'.
Las biografías de ambos son parecidas. E.L. James comenzó escribiendo en Kindle en 2011. Ante el éxito de estas novelas sobre "chica sometida sexualmente por hombre rico", la editorial Vintage Books adquirió los derechos en 2012. s la autora de 50 sombras de Grey] Tres años después había vendido 125 millones de copias, había sido traducido a más de 50 idiomas y Universal Pictures lo convirtió en película.



Gómez-Jurado comenzó a escribir cuentos a los cinco años. Tal como contó a Periodista Digital, "a los seis intenté escribir una novela. No pasé de la página doce, claro. Me refugié en los cuentos, un lugar donde me sentía mucho más seguro".
Tuvo su momento de revelación a los 13 años, un verano en que leyó a Pérez-Reverte, Tolkien y Stephen King. "Me di cuenta de que las emociones que me despiertan esos libros eran las emociones que debía transmitir a los demás", dijo en una entrevista a Librotea. La revelación consistió en que intuyó que podía ganarse la vida como escritor.
A los diecinueve se atrevió con su primera novela negra: 'Un hombre mordía a un perro'. "Fue un desastre absoluto, pero me sirvió para saber cómo no debía escribir", dijo a Periodista Digital. "Mi segunda novela fue 'Terror desde el cielo' (un thriller). Era infumable, pero por lo menos aprendí a manejar personajes. Mi tercera novela está a medias, pero esa sí que valdrá para algo. Y la cuarta fue 'Espía de Dios'".
Fue la novela que le lanzó a la fama en 2006. Tenía 29 años. Una cazadora de talentos, Antonia Kerrigan, intuyó que podía ser una mina de oro y negoció los derechos de 'Espía de Dios'. Se fue a la feria del Libro de Frankfurt, la más poderosa de Europa, con apenas algunos capítulos en mano. La primera frase era electrizante. "El padre Selznick despertó en mitad de la noche con un cuchillo de pescado en la garganta". Era un libro sobre la pederastia en la Iglesia Católica. Después de Dan Brown y el Código da Vinci, el gran éxito de los años 90 basado en tramas eclesiales y asesinatos, el público estaba deseando más contubernios y conspiraciones. Antes de que saliera a la venta ya tenía los derechos vendidos en 40 países. El mundo empezó a interesarse por la vida de este joven autor de 29 años. ¿Quién era?
Juan Gómez-Jurado había nacido en Madrid en 1977. Se graduó como periodista en el CEU de Madrid y había trabajado para 'El Mundo', Radio España, Cadena Cope, 'ABC' y varios medios más.
Tras 'El espía de Dios' siguió en la estela de los éxitos con sus siguientes libros como 'Contrato con Dios' (Planeta, 2007), 'El emblema del traidor' (Plaza & Janés, 2008), 'La leyenda del ladrón' (Planeta, 2012), 'El paciente' (Planeta, 2014), 'Cicatriz' (Ediciones B, 2015) y 'La historia secreta del señor White' (Planeta, 2015).
En 2011, Gómez-Jurado provocó a muchos autores al criticar los precios de los libros y afirmó que las descargas ilegales no se debían a la maldad de los lectores sino al elevado precio de los libros. De hecho escribió un manifiesto titulado 'La piratería no existe' donde afirmó, entre otras cosas, que los piratas 'tan sólo [son] personas que quieren consumir cultura y que por desgracia hoy en día no encuentran alternativas razonables'.
El músico Alejandro Sanz le retó a que liberase su novela, y Gómez-Jurado lo hizo: 'Espía de Dios', que se había convertido en un súper ventas en 40 países, se podía descargar gratis. El autor solo pidió que la gente donase un euro a Save the Children. Recaudó miles de euros en pocos días y se ganó el afecto de los lectores.
Años después, el propio Gómez-Jurado se tuvo que enfrentar a los piratas que se descargaban sus libros de forma gratuita como 'Reina Roja' en webs ilegales, a las que Gómez-Jurado calificó como "sitios que hacen ricos a cuatro sinvergüenzas que viven a costa del trabajo de otros".
Hoy es un autor de Penguin Random House, la mayor editorial del mundo. Gómez-Jurado reconoce ahora que el elevado precio de los libros de papel ('Reina Roja' cuesta 20 euros) se debe a que hay que pagar el papel, al distribuidor, a la editorial, a la librería, al autor, la publicidad…
Aparte de hacer disfrutar a los lectores, si hay algo que sabe hacer bien es usar las redes sociales para promocionar su libro, o su marca personal y ganarse el corazón de los seguidores. Por ejemplo, a mediados de agosto de este año prometió comprar las novelas en Amazon de todos los autores noveles que hubieran subido sus creaciones. En cuestión de horas el aluvión le desbordó, y aun así cumplió su palabra adquiriendo decenas de obras de autores noveles.
Durante los meses del confinamiento, ofreció por Twitter descargas gratis a su libro 'El paciente', una iniciativa que tuvo miles de retuits y 'likes'. En día y medio regaló 36.727 copias.
"Gómez-Jurado es conocido también por regalar su libro a quien se lo pide antes de que se lance a buscarlo en el mercado pirata. Si no puedes comprarlo, te lo doy, ha dicho en más de una ocasión", escribía Alejandro Medina en la información.com el pasado mes de marzo. De hecho, hace pocos días un lector le dijo que le iba a piratear 'Reina Roja', y Gómez-Jurado se lo regaló.
A pesar de todo, le siguen lloviendo criticas de círculos literarios que le ven (con envidia) que no es "uno de los suyos". Pero de lo que no cabe duda es que Gómez-Jurado ha encontrado la fórmula: de la lista de los 20 libros electrónicos más leídos en Amazon entre 2019 y 2020, el primero, el segundo y el décimo octavo puesto lo ocupan libros de Gómez-Jurado, con “Reina Roja” como número 1.

En la lista de los cinco libros en papel más vendidos en la Casa del Libro en agosto, dos son de Gómez-Jurado. En la lista de los 100 libros más vendidos en 2019 y 2020 según la web todostuslibros.com, los firmados por Gómez-Jurado y la pareja formada Gutiérrez y Scott, están entre los diez primeros. En la lista de los más vendidos en la Fnac, 'Loba Negra' es el tercero.
Si ha triunfado es porque ha encontrado la fórmula. Si se escapara de esa fórmula le pasaría lo que a Raymond Chandler: “Algunos de nosotros nos esforzamos bastante por escapar de la fórmula, pero por lo general nos pillaban y nos hacían volver”, decía el norteamericano.
Las editoriales también han aprendido la fórmula. Antes, imprimían 2.000 ejemplares y cruzaban los dedos. Si llegaban a 10.000 era un súper ventas. Ahora se compinchan el editor, el agente y el escritor para cocinar un libro. Y como decía un artículo de Nuria Azancot para “El Cultural”, tratan de que "un libro venda bien. Hablamos , claro está, de best sellers, con crimen y misterio a lo ‘Código da Vinci’ si es posible".
Es decir, ponen en marcha una maquinaria de marketing, contactos y relaciones públicas, al tiempo que las rotativas están imprimiendo decenas de miles de ejemplares. Por ello Antonia Kerrigan, la agente literaria de Gómez, se fue en 2006 a la Feria del Libro de Frankfurt y mostró unos capítulos y la síntesis del libro. Allí cerró las ediciones italiana, holandesa y americana. Se contrató en diecinueve países, y la editorial Dutton de EEUU pagó 175.000 dólares por el libro, cuando todavía no había salido en España. 'El Espía de Dios' salió con una tirada de 50.000 ejemplares, a la que siguieron reediciones, todas las cuales llevaban una banda que decía "más de 50.000 ejemplares vendidos", truco que a su vez retroalimenta las ventas y crea la profecía autocumplida perfecta.
Hoy Gómez-Jurado se ha convertido en un autor-marca: presenta los libros en El Corte Inglés, sale preparando menestra de verduras con Alberto Chicote, aparece en las entrevistas en televisión en especiales de Navidad, se deja fotografiar mordiendo plumas, concede entrevistas al célebre David Broncano y su programa de Movistar 'La Resistencia' donde lanzaron ejemplares de sus libros al público, sale compartiendo sofá con Berto Romero en el programa 'Late Motiv' de Andreu Buenafuente. Es el método Santiago Segura para marketing. Popular y efectivo.
Además, su estampa ha cambiado mucho. De chico con gafas repeinado, mofletes, con cara de bueno y vistiendo camisas, a autor que no abandona sus camisetas negras, barba corta, canas cuidadas y cara de 'enrollao'. También es verdad que han pasado 14 años de su salto a la fama.
En 2015, dijo a TLP-Canarias (Tenerife Lan Party) que no era rico. Ahora va camino de entrar en el territorio de las rentas altas de este país, pues se ha convertido en el autor más visible en todas las librerías, el Stephen King español. Ha logrado su sueño: vivir de los libros.

Tomado de Carlos Salas , La información.com 

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Novela negra: "La mujer del Amadorio", por Harry el sucio expicoleto, seudónimo de Ramón Fernández Palmera. Alicante, Vende en Amazon


 https://www.amazon.es/mujer-Amadorio-Ramon-Fernandez-Palmeral/dp/0244614172
 Una joven noruega aparece misteriosamente ahogada en el embalse del Amadorio de Villajoyosa de Alicante, la Guardia Civil, cierra la investigación como un supuesto suicidio por ahogamiento. Meses después el padre de la víctima residente en Benidorm encarga una investigación privada al bufete de abogados Ridruejo & Brother de Alicante. El bufete tenía contratado como investigador autónomo a un ex picoleto (Guardia Civil por el tricornio de tres picos), que había sido expulsado del Cuerpo, tras cumplir condena en un penal militar por agresión a un superior, y padecer el "Síndrome del Norte", por ello, se había vuelto medio alcohólico y porrero, separado de su mujer y no muy agraciado físicamente y estaba en tratamiento psiquiátrico. Lo que podíamos llamar un antihéroe, conocido en el mundo de hampa alicantino como Harry, el expicoleto, pero su olfato policial era digno del mejor de los detectives privados profesionales. La trama transcurre en Alicante, La Villajoyosa, Benidorm, Orcheta y Londres.

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En España no ha afición por la lectura. Los lectores lee a los famosos

domingo, 23 de agosto de 2020

"Longevidad" por Agustín Conchilla




LONGEVIDAD


Las memorias del tiempo desvelan historias que inmortalizan,
se muestran en suavidad de longevos, por anhelo y vivencias,
y descansan sobre hilos de plata que glorifican la existencia,
cual enciclopedia que compone sobre paraíso de ensueños.

Los recuerdos de anochecer se muestran livianos, como pluma
que ondea a deriva del viento, cual canoa sobre olas de altamar;
y de su piel labrada, incolora y blanda, nacen mimos de ternura,
 suavizan prendas de terciopelo, y surcan sobre pasajes del alma.

Las perlas blancas huyen, se muestran en orfandad de sonrisa,
y esfuman sobre oquedad de misterio, cual susurro enmudece y
posa sobre briznas de abandono, en retiro, penumbra y silencio,
tras la cómplice caricia de tinieblas que las vigila y destempla.

Los hilos de plata brillan y se agitan ante la dulzura del viento,
cual expiro de primavera deshoja en pétalos de seda perfumada,
y consolida en amores que traspasan los umbrales del tiempo,
cual vuelo de mariposa que recorre esplendores de universo,
y se entrega en cuerpo y alma a los misterios del cielo.




por Agustín Conchilla

 Agustín Conchilla Márquez nació en Navas de San Juan, Jaén, el 28 de mayo de 1961, aunque desde hace más de una veintena de años habita en la ciudad de Alicante (España). En su haber literario constan cuatro novelas: una de ellas ambientada en la ciudadanía rural de la posguerra civil española; otras dos -primera y segunda parte-, tratan de la subsistencia rural de gentes humildes durante la transición política española. La cuarta novela se refiere a la crisis de la adolescencia actual. Ha escrito, además, gran cantidad de artículos en revistas, diarios de prensa y publicaciones varias, así como aportes literarios a diferentes blogs.

Sinopsis de "El gran Gatsby" de novelas de F. Scott Fitzgerald. La del milloanrio







Sinopsis
Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces.
«Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú».
Eso fue todo, pero, dentro de nuestra reserva, siempre nos hemos entendido de un modo poco común, y comprendí que sus palabras significaban mucho más. En consecuencia, suelo reservarme mis juicios, costumbre que me ha permitido descubrir a personajes muy curiosos y también me ha convertido en víctima de no pocos pesados incorregibles. La mente anómala detecta y aprovecha enseguida esa cualidad cuando la percibe en una persona corriente, y se dio el caso de que en la universidad me acusaran injustamente de intrigante, por estar al tanto de los pesares secretos de algunos individuos inaccesibles y difíciles. La mayoría de las confidencias no las buscaba yo: muchas veces he fingido dormir, o estar sumido en mis preocupaciones, o he demostrado una frivolidad hostil al primer signo inconfundible de que una revelación íntima se insinuaba en el horizonte; porque las revelaciones íntimas de los jóvenes, o al menos los términos en que las hacen, por regla general son plagios y adolecen de omisiones obvias. No juzgar es motivo de esperanza infinita. Todavía creo que perdería algo si olvidara que, como sugería mi padre con cierto esnobismo, y como con cierto esnobismo repito ahora, el más elemental sentido de la decencia se reparte desigualmente al nacer.
Y, después de presumir así de mi tolerancia, me veo obligado a admitir que tiene un límite. Me da lo mismo, superado cierto punto, que la conducta se funde sobre piedra o sobre terreno pantanoso. Cuando volví del Este el otoño pasado, era consciente de que deseaba un mundo en uniforme militar, en una especie de vigilancia moral permanente; no deseaba más excursiones desenfrenadas y con derecho a privilegiados atisbos del corazón humano. La única excepción fue Gatsby, el hombre que da título a este libro: Gatsby, que representaba todo aquello por lo que siento auténtico desprecio. Si la personalidad es una serie ininterrumpida de gestos logrados, entonces había en Gatsby algo magnífico, una exacerbada sensibilidad para las promesas de la vida, como si estuviera conectado a una de esas máquinas complejísimas que registran terremotos a quince mil kilómetros de distancia. Tal sensibilidad no tiene nada que ver con esa sensiblería fofa a la que dignificamos con el nombre de «temperamento creativo»: era un don extraordinario para la esperanza, una disponibilidad romántica como nunca he conocido en nadie y como probablemente no volveré a encontrar. No: Gatsby, al final, resultó ser como es debido. Fue lo que lo devoraba, el polvo viciado que dejaban sus sueños, lo que por un tiempo acabó con mi interés por los pesares inútiles y los entusiasmos insignificantes de los seres humanos.
Mi familia ha gozado, desde hace tres generaciones, de influencia y bienestar en esta ciudad del Medio Oeste. Los Carraway son como un clan, y existe entre nosotros la tradición de que descendemos de los duques de Buccleuch, pero el verdadero fundador de nuestra rama familiar fue el hermano de mi abuelo, que llegó aquí en 1851, pagó por que otro fuera en su lugar a la Guerra Civil, y fundó la empresa de ferretería al por mayor de la que hoy día se ocupa mi padre.
No llegué a conocer a mi tío abuelo, pero dicen que me parezco a él, especialmente al adusto retrato que mi padre tiene colgado en su despacho. Terminé los estudios en New Haven en 1915, exactamente un cuarto de siglo después que mi padre, y poco más tarde participé en esa abortada migración teutónica conocida como la Gran Guerra. Disfruté de tal modo la contraofensiva que volví lleno de desasosiego. El Medio Oeste ya no me parecía el centro candente del mundo, sino el último y miserable confín del universo, y decidí irme al Este y aprender los secretos de la compraventa de bonos. Todos mis conocidos se dedicaban a los bonos, así que pensé que el negocio podría mantener a uno más. Mis tías y mis tíos debatieron el asunto como si me estuvieran buscando colegio, y por fin dijeron: «Bien, bien…, sí», muy serios, con expresión de duda. Mi padre aceptó financiarme durante un año y, después de varios aplazamientos, me fui al Este en la primavera de 1922, para siempre, o eso creía.
Leer -
Lo práctico era buscar alojamiento en la ciudad, pero hacía mucho calor, y yo llegaba de un país generoso en césped y árboles hospitalarios, de modo que cuando un compañero de oficina me sugirió alquilar juntos una casa en un pueblo de los alrededores, me pareció una gran idea. Él encontró la casa, un bungalow de cartón maltratado por los elementos, a ochenta dólares al mes, pero a última hora la empresa lo mandó a Washington, y me fui solo al campo. Tenía un perro, o por lo menos lo tuve unos días, hasta que se escapó, un Dodge viejo y una señora finlandesa, que me hacía la cama y el desayuno, y murmuraba refranes finlandeses junto a la cocina eléctrica.
Me sentí solo durante un día, más o menos, hasta que una mañana alguien que había llegado después que yo me paró en la carretera.
—¿Cómo se va a West Egg? —me preguntó, despistado.
Se lo dije. Y, cuando proseguí mi camino, ya no me sentía solo. Yo era un guía, un explorador, uno de los primeros colonos. Aquel hombre me había conferido el honor de ser ciudadano del lugar.
Y así, con la luz del sol y la explosión espléndida de las hojas que crecían en los árboles como crecen las cosas en las películas a cámara rápida, tuve la certeza bien conocida de que la vida vuelve a empezar con el verano.
¡Había tanto que leer, por una parte, y tanta salud que aspirar del aire nuevo y vivificador! Compré un montón de libros sobre la banca, el crédito y el mercado de valores, que, de pie en la estantería, encuadernados en rojo y oro, como dinero recién salido de la fábrica, prometían revelarme los radiantes secretos que sólo Midas, Morgan y Mecenas conocían. Y tenía además el elevado propósito de leer muchos otros libros. En la universidad había sentido ciertas inclinaciones literarias —un año escribí para el Yale News una serie de artículos de fondo llenos de tópicos y de solemnidad— y ahora iba a revivir aquello hasta volver a convertirme en el más limitado de todos los especialistas, «el hombre completo». Esto no es sólo un epigrama, porque, después de todo, a la vida se la observa mejor desde una sola ventana.
Fue una casualidad que alquilara una casa en una de las comunidades más extrañas de América del Norte. Estaba en esa isla estrecha y bulliciosa que se extiende al este de Nueva York y donde se forman, entre otras curiosidades naturales, dos raras masas de tierra. A unos treinta kilómetros de la ciudad dos huevos enormes, de idéntico perfil y separados únicamente por una pequeña bahía, destacan en el volumen de agua salada más domesticado del hemisferio occidental, el estrecho de Long Island, gran corral de humedad. No son perfectamente ovales —como el huevo de Colón, los dos están aplastados por la parte en la que se apoyan—, pero su parecido físico debe de ser fuente de perpetua maravilla para las gaviotas que los sobrevuelan. Para las criaturas sin alas resulta un fenómeno más interesante su disimilitud en cualquier detalle que no sea la forma y el tamaño.
Yo vivía en West Egg, el…, bueno, el menos elegante de los dos huevos, aunque ésta sea la fórmula más superficial para expresar el raro contraste entre ambos, bastante siniestro. Mi casa estaba en el extremo del huevo a unos cincuenta metros del estrecho, comprimida entre dos imponentes mansiones que se alquilaban a doce o quince mil dólares por temporada. La que se alzaba a mi derecha era colosal sin discusión, copia fiel de algún Hôtel de Ville de Normandía, con una torre en uno de los laterales, extraordinariamente nueva bajo una barba rala de hiedra joven, una piscina de mármol, y veinte hectáreas de jardines y césped. Era la mansión de Gatsby. O, con mayor precisión, puesto que yo no conocía a mister Gatsby, era la mansión de un caballero que se llamaba así. Mi casa era un horror, pero un horror insignificante, en el que nadie había reparado, así que contaba con vistas al mar y a una parte del césped de mi vecino, además de con la reconfortante proximidad de los millonarios, y todo por ochenta dólares al mes.
Al otro lado de la pequeña bahía los palacios blancos del elegante East Egg rutilaban en el agua, y la historia de aquel verano empieza precisamente la noche en que fui a cenar a casa de Tom Buchanan. Daisy era prima lejana mía, y a Tom lo conocía de la universidad. Y, recién acabada la guerra, pasé con ellos en Chicago un par de días.
El marido de Daisy, entre otros logros físicos, había sido uno de los extremos con más potencia que jamás jugó al fútbol en New Haven: una figura nacional, podría decirse, uno de esos hombres que a los veintiún años alcanzan en algún tipo determinado de actividad tal grado de excelencia, que todo lo que viene después sabe a decepción. Su familia era desmedidamente rica —hasta el punto de que en la universidad su liberalidad con el dinero era motivo de censura—, pero ahora se había trasladado de Chicago al Este, con un estilo de vida que cortaba la respiración; por ejemplo, se había traído una cuadra de ponis de polo de Lake Forest. Era difícil entender que un miembro de mi generación fuese lo suficientemente rico para permitirse una cosa así.
No sé por qué se vinieron al Este. Habían pasado un año en Francia sin ningún motivo concreto, y luego habían ido de un sitio a otro, sin sosiego, a donde se jugara al polo o se reunieran los ricos. Ahora se habían mudado para siempre, me dijo Daisy por teléfono, pero no lo creí: no podía ver el corazón de Daisy, pero sabía que Tom seguiría buscando ansiosa y eternamente la turbulencia dramática de algún irrecuperable partido de fútbol.
Y entonces, una tarde de viento y calor, fui a East Egg para ver a dos viejos amigos a los que apenas conocía. Su casa era incluso más exquisita de lo que me esperaba, una alegre mansión colonial roja y blanca, de estilo georgiano, con vistas a la bahía. El césped nacía en la playa y se extendía a lo largo de medio kilómetro hasta la puerta principal, salvando relojes de sol, senderos de terracota y jardines encendidos, para, por fin, al llegar a la casa, como aprovechando el impulso de la carrera, escalar la pared transformado en enredaderas saludables. Rompía la fachada una sucesión de puertas de cristales, que refulgían con reflejos de oro y se abrían de par en par al viento y al calor de la tarde, Tom Buchanan, en traje de montar, estaba de pie en el porche, con las piernas abiertas.
Había cambiado desde los tiempos de New Haven. Ahora era un hombre de treinta años, fuerte, rubio como la paja, con un rictus de dureza en la boca y aires de suficiencia. Los ojos, brillantes de arrogancia, dominaban su cara y le daban aspecto de estar echado agresivamente hacia delante, siempre. Ni siquiera la elegancia ostentosa y afeminada del traje de montar lograba ocultar el enorme vigor de ese cuerpo: parecía llenar aquellas botas relucientes hasta tensar los cordones que las remataban, y era perceptible la reacción de la imponente masa muscular cuando el hombro se movía bajo la chaqueta ligera. Era un cuerpo capaz de desarrollar una fuerza enorme: un cuerpo cruel.
Cuando hablaba, su voz de tenor, ronca y bronca, aumentaba la impresión de displicencia que transmitía. Aquella voz tenía un dejo de desprecio paternal, incluso hacia la gente que le caía simpática. Había hombres en New Haven que lo detestaban.
«Bueno, no vayas a pensar que mi opinión es definitiva», parecía decir, «sólo porque sea más fuerte y más hombre que tú». Pertenecíamos a la misma asociación de estudiantes, y aunque nunca fuimos amigos íntimos, siempre tuve la impresión de caerle bien, de que necesitaba mi estima con aquel ansia triste, dura y desafiante, tan suya.
Hablamos unos minutos en el porche, al sol.
—Está bien este sitio —dijo, mirando a todas partes con ojos inquietos.
Hizo que me volviera, cogiéndome del brazo, y fue señalando con la mano grande y abierta el panorama que se extendía ante nosotros, incluyendo en su recorrido un jardín a la italiana, dos mil metros cuadrados de rosales de penetrante e intenso olor, y una lancha motora, chata de proa, a la que zarandeaba la marea a poca distancia de la costa.
—Era de Demaine, el del petróleo —otra vez me obligó a volverme, brusco y cortés—. Entremos.
Atravesamos un vestíbulo de techo muy alto hasta un espacio rosa y luminoso, que se unía frágilmente a la casa por dos puertas de cristales. Las cristaleras estaban entreabiertas y brillaban, blancas, en contraste con la hierba fresca del exterior, que casi parecía entrar dentro de la casa. En la habitación soplaba una brisa ligera: agitaba las cortinas como banderas pálidas y divididas entre el interior y el exterior, las retorcía hacia el techo, una especie de tarta de boda, y rizaba el tapiz de color vino, oscureciéndolo, como el viento oscurece el mar.
El único objeto que permanecía absolutamente inmóvil en la habitación era un enorme sofá en el que dos jóvenes flotaban como sobre un globo sujeto a tierra. Las dos iban de blanco y sus vestidos ondeaban y aleteaban como recién llegados de un vuelo fugaz alrededor de la casa. Tuve que permanecer de pie un rato, escuchando los latigazos de las cortinas y el chirriar de un cuadro en la pared. Entonces se oyó una explosión: Tom Buchanan había cerrado las ventanas traseras, y cesó el viento atrapado en la habitación, y las cortinas, los tapices y los vestidos de las dos mujeres volvieron a posarse lentamente en el suelo.
No conocía a la más joven. Se había tendido en la parte que ocupaba en el sofá, completamente quieta, con el mentón un poco levantado, como si mantuviera en equilibrio algo que estaba a punto de derrumbarse. Si me había visto de reojo, no lo demostró, y casi me sorprendí murmurando una disculpa por haberla molestado al entrar en la habitación.
La otra chica, Daisy, hizo ademán de levantarse —se inclinó hacia delante con expresión decidida—, y entonces se rio, con una risilla absurda y encantadora, y yo también me reí y me acerqué.
—Estoy pa… paralizada de felicidad.
Volvió a reírse, como si hubiera dicho algo muy ingenioso, y retuvo mi mano un instante, mirándome a los ojos, prometiendo que no había nadie en el mundo a quien deseara ver más. Así era ella. Me dijo en un susurro que el apellido de la joven equilibrista era Baker. (He oído decir que el único fin del susurro de Daisy era que la gente se inclinara hacia ella: una crítica irrelevante que no disminuía su encanto.)
Pero los labios de miss Baker se movieron, se inclinó casi imperceptiblemente para saludarme, e inmediatamente volvió a erguirse: el objeto que mantenía en equilibrio se había tambaleado y le había dado un susto. Otra vez me vino a los labios una especie de disculpa. Ante las demostraciones de suficiencia absoluta casi siempre me rindo, anonadado.


Cine, película
Carlos Boyero: El País

Entre los muchos dones que posee la escritura de Scott Fitzgerald está la hondura para describir con frases inolvidables los sentimientos, lirismo lacerante, creación de atmósfera, sobriedad expresiva para retratar la mayor complejidad emocional, poder de sugerencia, una capacidad narrativa que no precisa de adornos. Pero este maravilloso contador de los desastres íntimos, el desasosiego, la pérdida, la autodestrucción, los sueños rotos y el desgaste que provoca el tiempo sigue sin tener suerte cuando el cine se empeña en adaptar su sutil, doloroso e identificable universo.
Cannes ha sido inaugurado con una nueva versión de El gran Gatsby, que tal vez sea la novela más celebérrima de Fitzgerald, aunque no la mejor para mi gusto. A Jay Gatsby, ese hombre enigmático y romántico que creó un imperio para intentar recobrar al amor de su vida, lo encarnó Alan Ladd en una película que no he visto nunca y posteriormente Robert Refford en un retrato académico, mediocre y epidérmico que dirigió Jack Clayton. Ahora lo encarna Leonardo DiCaprio, alguien al que puedes asociar a la imagen que tenemos de Gatsby y que él se esfuerza por dotar de alma.
Pero el director de la historia es el temible Baz Luhrmann, señor al que apasiona ante todo la parafernalia, un lenguaje visual exhibicionista hasta el mareo, incapaz de transmitir sentimientos auténticos, portador de una estética exuberante y rebuscada al exclusivo servicio de la oquedad. Es el autor de películas tan floridas como tontas, que me irritan particularmente, tituladas Moulin Rouge y Romeo + Julieta y no se le ha ocurrido otra cosa a director tan pinturero y prescindible que encapricharse del intimismo de Fitzgerald y montar una verbena visual que está mucho más preocupada por el despliegue de la cámara que por lo que les ocurre a los personajes, por impactar estéticamente al espectador en vez de conmoverlo con esta historia de amor que no puede tener final feliz.
Luhrmann dispone de un presupuesto fastuoso que derrocha rodando en absurdas tres dimensiones, haciendo una muy costosa reconstrucción del Nueva York de los años veinte, decorando hasta la floritura mansiones palaciegas, filmando fiestas y bailes a ritmo de hip-hop, que a veces combina con música de Gershwin. Es tan vanguardista y tan destroyer que ambientar con jazz el mundo de Fitzgerald le debe de parecer muy antiguo y paleto. Para él lo más cool es plantarle unas gafas negras al espectador y atronarle los oídos con música discotequera para hablarle de la torturada personalidad y las tristes vivencias del soñador Gatsby, la sofisticada y juguetona Daisy Buchanan, el lúcido y concienciado narrador Nick Carraway y las cínicas reglas que rigen el mundo de los muy ricos.
Repito que DiCaprio hace lo que puede para intentar dotar de espíritu a Gatsby. También el inquietante Tobey Maguire y la camaleónica Carey Mulligan, pero el director se encarga en cada aparatosa secuencia de borrar las inquietudes de Fitzgerald. Si este levantara la cabeza se llevaría un susto notable al constatar la superficialidad con la que está tratada la tragedia que él contó en su novela.
A pesar de este arranque tan poco estimulante, la programación del festival invita a la ilusión. Dispone de una sección oficial que va a exhibir las últimas obras de directores de los que puedes esperar mucho, como los estadounidenses Alexander Payne, James Gray, Soderbergh, Jarmusch y los hermanos Coen, el japonés Koreeda, el iraní Farhadi, el italiano Sorrentino, el danés Winding Refn y el polaco Polanski.
Y también es inevitable que te hagas una pregunta desasosegante al plantearte a raíz del cierre de Alta Films cuántas de estas películas podrán ser estrenadas en España. Los distribuidores independientes lo tienen crudo. Se exhibe bastante cine inestrenable en los festivales pero también películas muy atractivas que no pertenecen a las multinacionales, que hemos podido disfrutar en España gracias a los pequeños e independientes distribuidores. Y te asalta el temblor cuando Alta Films nos informó que de 220 salas que exhibían en versión original este tipo de cine ya solo quedan abiertas veintitantas. Habrá que salir de España, como en la época de la siniestra censura franquista, para poder ver determinado cine. Y sé que esto suena a frívolo, cuando mucha gente está emigrando de este país por algo tan acuciante y angustioso como encontrar trabajo. Pero no solo de pan vive el cinéfilo.