Miguelillo llega al mundo el mismo día en que un mortífero bombardero del ejército italiano, aliado de Franco, se deja caer sobre la ciudad de Alicante y siembra el terror, la destrucción, el exterminio, el llanto y el dolor. La vida de posguerra no es fácil para los españoles vencidos y a buena parte de la población infantil la deja en desventura de hospicios, internamientos en reformatorios e incluso en calabozos y cárceles franquistas. En el discurrir de Infancia maldita aparecen, además de multitud de tortazos y represiones con cuales encarrilar la obediencia y la fe, infinidad de sucesos y personajes variopintos: monjas, médicos, políticos, sindicalistas, truhanes y también hombres de muy buena voluntad. Miguelillo, por el contrario, aunque es un niño pícaro y raterillo, educado a la férrea voluntad de los demás, no es malo ni encierra crueldad, al estilo de Pascual Duarte, por ejemplo; sino víctima de la orfandad y de las circunstancias de su propia condena interina entre muros de privacidad y castigos personales, dentro de una vida real y no de novela, tal cual se ve obligado a protagonizar el discurrir de su propia subsistencia personal.
...............................................
El libro tiene una entradilla de Ramón Fernández Palmeral que encabeza la novela:
Amigo Agustín, narras muy bien las aventuras y desventuras de Miguelillo
(Miguel Martínez Prieto) un huérfano de la guerra civil educado férreamente en
un Hospicio de Alicante de posguerra, sus escapadas, sus castigos, su aventuras
por la provincia, la cárcel en el
Reformatorio de Adultos de Alicante por el robo de siete mil pesetas. Las
grandes obras siempre son tristes como las grandes tragedias griegas, porque la
realidad de la vida es aún, si cabe, más dura y desgarrada.
La obra es fiel recreación de un ambiente franquista, católico y
represivo, donde un crío se endereza a base de “tortas”, además aparecen los
más variopintos personajes: monjas, médicos, político, sindicalistas y hombre
de buena voluntad. Miguelillo no es malo, al estilo de Pascual Duarte, sino
víctima de su orfandad y sus circunstancias en una vida real, no de novela.
Aunque al final acabe bien con casorio.
Haces uso de una narración ágil
en primera persona al estilo del “Guzmán” de Mateo Alemán y otros pícaros de la
historia literaria castellana. Es una narrativa-novela que se leen
casi de un tirón, rodeado de muchos personajes que le dan credibilidad.
Sinceramente te diré que un prólogo mío no va a mejorar, lo que es ya de
por sí una excelente narrativa-novela, como es tu “Alcazaba de Santa Bárbara”, al
contrario, puede perjudicarla, pues no creo necesitas adornarla con prólogos ni
otros análisis que la descontextualicen o la estropeen. Si yo escribo un
estudio analítico lo que haría sería contraproducente para tu obra. Lo que
te hace falta es un editor valiente que te la publique y que los lectores hagan
cada cual su juicio final, a quien, estoy seguro no le defraudaría. Los prólogos son para libros de poemas o
ensayo.
He leído “Alcazaba de San Bárbara”, está muy bien contada, los diálogos son llanos,
directos y creíbles, el ambiente es el
propio de una época que nos trae recuerdos de un pasado que no se puede olvidar
porque está en nuestra historia y en nuestra sangre, en la memoria histórica,
más el hecho de situarla en Alicante y su provincia le da aún más valor
literario, sobre todo a esta provincia huérfana de literatura no a sí de
poetas. Aunque en el fondo tú también eres un poeta como lo ha demostrado en
algunos poemas.
Amigo Conchilla, poco más te puedo decir, un estudio crítico no ayudaría
a tu novela, sino desearte suerte en una publicación como la obra se merece,
porque sería una pena que una novela como esta se quede en los cajones del
olvido o publicada solamente en Internet.
Ramón Fernández
Palmeral
Alicante, 11 de
diciembre 2009
Echar un vistazo la novela
Echar un vistazo la novela