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miércoles, 10 de junio de 2015

RECORRIDO POR LA POESÍA ESPAÑOLA: Ilustración y Romanticismo. Siglos XVIII y XIX. Espejo de Alicante

Grupo de poetas y socios de Espejo de Alicante asistentes al acto

Dirigido magistralmente por José Antonio Asensio, y paco Burlo ayer tarde, 9 de junio

RECORRIDO POR LA POESÍA ESPAÑOLA: Ilustración y Romanticismo. Siglos XVIII y XIX. por José Antonio Asensio.

En el Colegio de Doctores y Licenciados (CDL). Continuamos nuestro RECORRIDO POR LA POESÍA ESPAÑOLA: Ilustración y Romanticismo. Siglos XVIII y XIX. Conducido por José Antonio Asensio.

 José A. Asensio y Paco Burló
Un repaso a la poesía del Siglo de la Luz y Poesía romántica. Se leerán hermosos poemas de la época por parte de nuestros socios: Rocío Espinosa (A Bécker), Mari Carretero (a Rosalía de Castro), Ramón Fernández "Palmeral" (Recitó la "Canción del pirata" de Espronceda), Luis Quesada y José A. Asensio (a Zorrilla), de Espejo de Alicante. Video realializado y monta por Antonio Franchi Pérez.

La revista LETRALIA de las Letras Hispanoamericana ha desaparecido de la Red

La revista LETRALIA de las Letras Hispanoamerricana ha desaparecido de la Red, la dirigía Jorge Gómez Jiménes escritor venezolano (Cagua, 1971). No sé si se ha debido a cuetiones políticas, económicas o por flata de tiempo de su director. Ahora está en un Tuiwtter, que es la estupidez más grande que se puedo tener, con todo mis respetos.
En la revista LETRALIA teníamos un referente de la literatura hispanoamericana de gran prestigio. Había recibido varios premios por su buena gestión e información.
Incluso el correo electrónico de Jorge Gómez no responde, se ha borrado, algo debe estar pasando que desconocemos, sobre todo en una férrea dictadura como la de Maduro, donde tienen en la cárcel  a toda la oposición. Y que el ex-presidente español Felipe González ha tenido que salir con un avión prestado de la Fuerzas Armadas Colombianas. Lo cual es una vergüenza para Venezuela. Además lo cual demuestra el férreo control de la dictadura "maduriana", donde la oposicón ha sido masacrada y silenciada.

martes, 9 de junio de 2015

Canto a Teresa Mancha, elegía de José Espronceda

 https://www.amazon.es/Glosada-Teresa-Espronceda-Fern%C3%A1ndez-Palmeral/dp/B087SGS5TQ

Canto a Teresa

José de Espronceda
(1808–1842)


Descansa en paz
              ¡Bueno es el mundo, bueno, bueno, bueno!
              Como de Dios al fin obra maestra,
              Por todas partes de delicias lleno,
              De que Dios ama al hombre hermosa muestra.
              Salga la voz alegre de mi seno
              A celebrar esta vivienda nuestra;
              ¡Paz a los hombres! ¡gloria en las alturas!
              ¡Cantad en vuestra jaula, criaturas!
                    —María, por Miguel de los Santos Álvarez.



¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazon sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan.
¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes ce oro bullidoras.
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores. . .
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡cuán süave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruido!
Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros süave
Orgullosa despliega su bandera,
Y-al mar dejando que a sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora.
¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba; el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
Que entre frescuras y arboledas mana.
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.
Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.
El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano Macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando:
El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay! arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna:
El dulce anhelo del amor que aguarda,
Tal vez inquieto y con mortal recelo;
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura:
A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotada de contino,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetüoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino;
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba.
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende;
Agreste, vago y solitario encanto
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguía
La nave audaz que en argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía:
Yo, cuando en Occidente el soy desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece Mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.
¡Una mujer! Deslizase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella.
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella.
Y en la tarde la mar olas le ofrece
De plata y de zafir, donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del amor cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía.
¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquella,
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura:
Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas:
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.
¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer que en imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera! . . .
¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días,
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón que penas a millares
¡Ah! desgarraron y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh dichosos mil veces, sí, dichosos
Los que podéis llorar! y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos
Ahogar me siento en infernal tortura.
¡Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura!
También tu corazón, hecho pavesa;
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto,
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
En que perdido el celestial encanto
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?
Aun parece, Teresa, que te veo
Aerea como dorada mariposa,
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima, y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aun miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de Mayo serenas alboradas:
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay! como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono y de amor y de caricias.
Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias las contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
Llanto tal vez vertiendo de ternura;
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin. . . ¡Oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.
¿Cómo caíste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aun cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y en ondas fulguroso
Rayos al mundo tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.
Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído,
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido,
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente,
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana;
Mas, ¡ay! huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.
Huid, si no queréis que llegue un día
En que enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años ¡ay! de la ilusión pasaron,
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.
¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
Un pesar tan intenso!. . . Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío:
Para allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu beldad reposa.
Y tú feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas, mísera, a perderte
Y era llorar tu único destino:
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino;
Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel, te volviste al cielo.
Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón, sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones:
Sola, y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones:
Tus hijos ¡ay! de ti se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran.
Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido;
Único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.
Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco süave de su amor primero:
¡Ay! de tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.
Que yo, como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay! al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía,
Yo inocente también ¡oh! cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado,
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado,
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo, sin horas ni medida,
Ver como un sueño resbalar la vida.
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices se cambiaban;
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura;
Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento
A otra mujer tal vez acariciando,
«Madre» tal vez a otra mujer llamando;
Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándote severa;
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste,
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado!
Sobre un lecho de espinas, maldiciendo,
Morir, el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia tu pasado,
Buscando en vano, con los ojos fijos,
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! … ¡Ay! yo entre tanto
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto:
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.
Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla ardiente el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida:
Truéquese en risa mi dolor profundo. . .
Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?

 

sábado, 6 de junio de 2015

Homenaje a Francisco Alonso Ruiz, por Ramón Fernández Palmeral. Casa del Tango (Alicante)






                                                   (El poeta Francisco Alonso Ruiz)



HOMENAJE A FRANCISCO ALONSO RUIZ
         

             Paco Alonso y yo nos conocimos en el año 2002 cuando nos reuníamos en la Tertulia de Frutos del Tiempo en el Café Español en la Avda. de la Constitución, que dirigía Juan Ángel Castaño, que venía desde Elche. Por aquellos años Paco había publicado Soledad del alma en la colección Lunara de poesía de Elche de la Acción Cultural Frutos del Tiempo, y para mí, que por entonces no tenía  nada publicado, Paco representaba un consumado poeta que ya tenía libro, un poemario a la altura de Ángel Valente o Blas de Otero. Porque un poeta sin libro publicado es como un pintor sin exposiciones o un boxeador al que se le entrena y no se le da un combate.
             Para mí Paco representa un poeta a imitar, y eso que él es un año menor que yo, o sea, que es un año más joven que yo. Con la lectura de Soledad del alma, aprendí algo fundamenta de la poesía, como es la sinceridad y autenticidad, porque el poeta debe escribir con el alma en la mano. Es elogiable y de agradecer su lenguaje directo, sin florituras ni artificios engaños. Es una poesía de la experiencia contundente donde toca los temas esenciales de la vida y la muerte, y las eternas dudas y angustias que todo ser humano nos preguntamos, y que solamente tienen repuesta en el razonamiento filosófico y en la expresión poética. Él es un hombre humilde, gran poeta de voz contundente y eficaz.
           Por aquello años yo dirigía la revista PALMERAL (Poético-Artístico) y recuerdo que en el número 3, del otoño de 2003 le publiqué un poema titulado «Lluviosamente sucio». Y que es el que os voy a leer:





   Esta tarde de lluvia
me he quedado sin sueños,
me he quedado sin alma
y sin ningún recuerdo.

Yo recuerdos tenía
pero fue en otros tiempos.
llueve sin esperanza
sobre el árbol viejo.

Ya desesperanzada
está el alma, y la siento
como quien no la siente,
la sufro desde lejos.

Llueve como llovía,
como cae en los espejos
la sombra de los vivos
la actitud de los muertos.

Esta tarde de lluvia
me he quedado sin sueños,
me he quedado sin hojas,
casi en los mismos huesos.

Yo fui como los árboles
verde hasta los cimientos,
alto como es el día,
puro como el silencio.

Ya el silencio no existe,
hay un rumor intenso
de lluvia en los tejados
que cae sobre mi cuerpo.

Que cae contra mi sangre,
mis venas, mis alientos.

Que he quedado lluvioso,
lluviosamente seco,
lluviosamente sucio,
lluvia ya en mis adentros.


Francisco Alonso Ruiz
Para Paco Alonso con todo mi afecto y amistad poética.

Ramón Fernández Palmeral
Casa del Tango, 5 de junio 2015

No pude asistir por problemas de aparcamiento. El texto se lo dejé al Presidente de AUCA Luis S. Taza, para que lo leyera en el acto.

         (Francisco Alonso Ruiz, recibió emocionado una placa de los aucanianos).

jueves, 4 de junio de 2015

LA MUERTE – Vicente Aleixandre


¡Ah! Esres tú,eres tú,eterno nombre sin fecha,
bravía lucha del mar con la sed,
cantil todo de agua que amenazas hundirte
sobre mi forma lisa, lámina sin recuerdo.
Eres tú, sombra del mar poderoso,
genial rencor verde donde todos los peces son como piedras por el aire,
abatimiento o pesadumbre que amenazas mi vida
como un amor que con la muerte acaba.
Mátame si tú quieres, mar de plomo impiadoso,
gota inmensa que contiene la tierra,
fuego destructor de mi vida sin numen
aquí en la playa donde la luz se arrastra.
Mátame como si un puñal, un sol dorado o lúcido,
una mirada buida de un inviolable ojo,
un brazo prepotente en que la desnudez fuese el frío,
un relámpago que buscase mi pecho o su destino.
¡Ah, pronto, pronto,quiero morir frente a ti, mar,
frente a ti, mar vertical cuyas espumas tocan los cielos,
a ti cuyos celestes peces entre nubes
son como pájaros olvidados del hondo!
Vengan a mí tus espumas rompientes, cristalinas,
vengan los brazos verdes desplomándose,
venga la asfixia cuando el cuerpo se crispa
sumido bajo los labios negros que se derrumban.
Luzca el morado sol sobre la muerte uniforme.
Venga la muerte total en la playa que sostengo,
en esta terrena playa que en mi pecho gravita,
por la que unos pies ligeros parece que se escapan.
Quiero el color rosa o la vida,
quiero el rojo o su amarillo frenético,
quiero ese túnel donde el color se disuelve
en el negro falaz con que la muerte ríe en la boca.
Quiero besar el marfil de la mudez penúltima,
cuando el mar se retira apresurándose,
cuando sobre la arena quedan sólo unas conchas,
unas frías escamas de unos peces amándose.
Muerte como el puñado de arena,
como el agua que en el hoyo queda solitaria,
como la gaviota que en medio de la noche
tiene un color de sangre sobre el mar que no existe.

lunes, 1 de junio de 2015

RECORRIDO POR LA POESÍA ESPAÑOLA: Ilustración y Romanticismo. Siglos XVIII y XIX.


NOTICIAS DE ESPEJO DE ALICANTE.
Martes, 9 de junio de 2015.- 19 horas. En el Colegio de Doctores y
Licenciados (CDL). Continuamos nuestro RECORRIDO POR LA
POESÍA ESPAÑOLA: Ilustración y Romanticismo. Siglos XVIII y XIX.
Conducido por José Antonio Asensio. Un repaso a la poesía del Siglo de
la Luz y Poesía romántica. Se leerán hermosos poemas de la época por
parte de nuestros socios: Rocío Espinosa, Mari Carretero, Ramón
Fernández "Palmeral", Luis Quesada y José A. Asensio, de Espejo de
Alicante.